“Los críticos de rock lo llamamos 'magia' cuando hemos perdido ya las palabras”. Simon Reynolds. El martes 8 de noviembre en Niceto (Buenos Aires) se presentó Black Rebel Motorcycle Club, siendo ésta su tercer visita a la Argentina.
Es
difícil cuando aún quedan huellas físicas, cuando la sensación de
aturdimiento perdura en el cuerpo. Es que los oriundos de San Francisco
dieron un impiadoso show de dos horas y media, en el que repasaron su
discografía que, en cuestiones de estilo, tiene su base en el rock
americano (blues tocado por jóvenes que crecieron escuchando bandas
inglesas de shoegaze y space rock, pero también new wave), country,
góspel y soul.
El rock es un arma cálida. Y Peter Hayes (guitarra
y voz), Robert Levon Been (bajo y voz) y Leah Shapiro (batería) lo
saben y hacen uso de ello. El recorrido por su repertorio, que empezó
con “Beat the devil’s tatoo” de su último disco homónimo, fue el primer
disparo a un público que pone el pecho esperando el siguiente tiro.
“Conscience killer”, “666 conducer” del genial Baby 81, al igual que “Berlin”, abrieron la noche.
“It’s
good to be back”, saludó Hayes al inicio, algo tímido y con una
sonrisa. Hayes le da a la guitarra allí, en ese lugar que pega en el
centro de su público, mientras la coloca en posición de escopeta. La
distorsión en los rasguidos y riffs de Levon Been provocan zumbidos en
los oídos que durarán una semana en los presentes. Shapiro, le da a la
batería sin descanso, tema tras tema, dejándolo todo aún cuando parece
que está al borde del desmayo.
Con pocas intervenciones y
canciones cantadas tanto por Hayes como por Levon Been, Niceto explotó
durante “Whatever happend to my rock and roll” y recibió aplausos y
gritos desde los primeros acordes de “Ain’t no easy way”.
Para
los bises, Hayes subió solo a un escenario con luces tenues, para tocar
una canción compuesta por su padre, fallecido recientemente, seguido por
Levon Been, que tocó “ Weight of the world”.
Con la banda
completa, sonaron “Shadow’s keeper” y “Open invitation”, una invitación
sicodélica para dejar Niceto, hipnotizados, aturdidos y obnubilados por
aquella magia que puede lograr el encuentro de tres personas que
entienden de rock sobre un escenario.
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